La superficie del planeta Tierra está expuesta a una radiación solar procedente del Sol. La energía contenida en esta radiación es lo que llamamos energía solar y es la que vamos a aprovechar en este caso para generar electricidad.

Una gran ventaja de la tecnología fotovoltaica es que es modular. Se pueden acoplar tantos módulos como queramos para alcanzar la potencia deseada. La única limitación va a ser la superficie de la que se disponga, sin olvidarnos de las posibles limitaciones impuestas por la regulación.

El elemento fundamental de una planta fotovoltaica es el módulo solar. Se trata de un conjunto de células fotovoltaicas que transforman la radiación solar directamente en electricidad. La cantidad de electricidad producida va a depender de la irradiación solar recibida, de la latitud, de la temperatura ambiente, etc.

La electricidad producida por un generador fotovoltaico es en corriente continua. Para verterla a la red eléctrica es necesario transformarla previamente en corriente alterna. Para ello, se utiliza un aparato llamado inversor. Según el diseño de la instalación, unas veces se utilizará un único inversor para toda la planta fotovoltaica y otras veces se utilizarán varios conectados en cadena.

Para fijar los módulos se instalará una estructura metálica, normalmente de aluminio. La estructura irá anclada o apoyada dependiendo del tipo de cubierta. Actualmente existen en el mercado gran cantidad de accesorios que se adaptan sin problemas a la diversidad de cubiertas existentes.

Adicionalmente se instalará un contador de consumos con el fin de conocer el balance de energías de la instalación: autoconsumo y excedentes.

Todos los elementos de la instalación cuentan con declaración de conformidad europea, están conectados mediante el correspondiente cableado y protegidos de fallos con una serie de protecciones ubicadas en diferentes cajas.